Ramón Abad, maestro de la artesanía de la provincia de Cádiz

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Si, como a nosotros, os encanta la provincia de Cádiz, sabréis que hay ciertos lugares que son muy especiales, únicos. Rincones llenos de eso que llamamos magia, que su huella se alarga a través de los tiempos y en los que se han escrito miles de historias.

Uno de esos enclaves hipnóticos está en la costa y se llama Sancti Petri y una de esas historias con nombre y apellidos la ha escrito el que, quizás, sea el último carpintero de ribera, el chiclanero Ramón Abad.

‘Carpintero de sal’ que, a sus ochenta y dos años, sigue metido en faena, con la misma pasión de siempre, moldeando y rehabilitando embarcaciones que conocen muy bien estas aguas y sus historias; esas que, siglos atrás, escribieron fenicios, romanos, almadraberos…

“Este oficio es algo que se lleva en la sangre. Es como un veneno, pero del bueno”, señala Ramón, que acaba de restaurar una embarcación que fue adquirida en Portugal (Alcácer do Sal) por el Ayuntamiento de Chiclana  con motivo del VII Centenario de la Ciudad,  debido a su  similitud con las que tiempo atrás se utilizaban en la zona para el traslado de mercancías.

Ramón Abad, en su última restauración

“Hay que tener mucha maña, saber manipular muy bien la madera y, por supuesto, contar con unas buenas dosis de paciencia”. “Se trata de darle vida a la embarcación pieza a pieza, como si se tratase de un puzle y eso”, resalta, “no se hace de un día para otro”. “Cualquier cosa que no esté bien hecha”, asegura,  “puede tirar por tierra todo el trabajo”.

Autodidacta en la carpintería de ribera desde que, “por un accidente de pesca en Mozambique (se encontraba entonces en  la campaña de la gamba y el langostino)”,  tuvo que dejar la mar y establecerse a su orilla; Ramón aprendió tan complicado oficio observando a maestros de la talla de Adolfo Sierra, que trabajaba junto al  Puente Zuazo. “Entonces no había cursos de formación, así que o ponías atención o te quedabas sin saber”.

Y es que, como se suele decir, Ramón Abad estaba predestinado para jugar un papel protagonista en la costa de Cádiz y, en especial, en una de las artesanías más bellas y complejas que existen. Destino que le venía marcado por su padrealmadrabero, de los que a mediados del siglo XX vivieron las luces y las sombras del Consorcio Nacional.

“Mi padre trabajó en la almadraba de Sancti Petri y yo, como tantos otros niños y jóvenes de esa época, crecí unido al mar, mirándolo y respetándolo como nuestro gran sustento”.

Agradecidos por haber podido conversar y aprender con uno de esos protagonistas de la magistral artesanía provincial, dejamos a Ramón Abad, Su última obra ya se puede ver expuesta en otro enclave mágico, Salinas Santa Teresa.

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