Baelo Claudia, historia entre atunes rojos a orillas de Tarifa

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Si recorres nuestra costa (algo que te recomendamos), te darás cuenta de la gran trascendencia que ha tenido para ella y sus pobladores la pesca y, sobre todo, una muy particular, la captura del atún rojo.

Basta con observar la cantidad de construcciones que dan testimonio de esa simbiosis, casi eterna, entre el mar, los pescadores y los grandes e imponentes gigantes de plata, para ser conscientes de que Cádiz y la captura milenaria del atún rojo no se entienden la una sin la otra.

Tanto es así que de norte a sur, la costa gaditana, muy en especial ese tramo, casi virgen, que transita desde Conil de la Frontera hasta Tarifa, atesora en su patrimonio almadrabero destacadas y mágicas huellas de esa larga relación de los pescadores con el atún rojo.

Historia que, como ya os hemos contado en otro artículo, parte de la Cueva de las Orcas (Zahara de los Atunes), en cuyas paredes se narra la primera ‘crónica’ de una larga historia de pasión.  

No obstante, si hay un lugar, mágico e histórico, que refleje la trascendencia que el atún rojo ha tenido para todas esas civilizaciones que se asentaron aquí, ese es Baelo Claudia.

De origen romano, Baelo Claudia atesora importantes vestigios de la industria de salazón. Fábricas excavadas en este enclave privilegiado que han sido fechadas entre los siglos I-V d.C. Fábricas a las que se les denominaba ‘cetaria’ y que, según los numerosos estudios arqueológicos de los que ha sido objeto Baelo Claudia, podrían rondar  la decena.

Estas estaban provistas de piletas o saladeros, espacios en los que se procedía a macerar el pescado en sal y en los que se elaboraban las apreciadas salsas de pescado.

Dichas cubetas se agrupaban en una o varias paredes de la fábrica, rodeando un patio que estaba al aire libre, cuyas funciones eran las tareas de despiecelimpieza y almacenaje.

En algunos casos, estas fábricas contaban con pozos o pequeños aljibes, como es el caso del conjunto industrial IV, o bien con estancias anexas, como en el conjunto Industrial VI, dedicadas a labores administrativas o de almacenaje.

Y es que la captura del atún en almadraba y su posterior conservación constituyó una industria floreciente y fue la causa fundamental del nacimiento y prosperidad de la misma Baelo Claudia.

Ciudad que aún guarda gran parte de su magnetismo y que, tanto por su interés como por su espectacular entorno, te recomendamos visitar. Imagen, Turismo Cádiz.

Proceso artesanal

Una vez capturados en las aguas del litoral tarifeño y trasladados a la factoría de Baelo Claudia, a los grandes gigantes de plata se les quitaban las aletas, la cabeza, las tripas y huevas; además, se desangraban. A continuación, estos eran cortados y lacerados. Se ponía especial atención en que, para su conservación, la sal penetrase bien y, seguidamente, se colocaban en grandes depósitos o piletas, excavadas a ras de tierra, para ser salados. Para ello, se intercalaban capas de sal y de atún en idéntica proporción, dejándolos entre uno y tres meses de media antes de dar por terminada la salazón. Los pescados salados se metían en ánforas selladas con un disco de arcilla, siendo depositadas entonces en los almacenes a la espera de su traslado.

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